El nombre Sharon Tate quedó para siempre como sinónimo de una imagen horrenda, de uno de los crímenes más espantosos del siglo XX. Esa chica de belleza celestial -actriz, modelo, musa de la moda, que ayer hubiese cumplido 80 años-, quedó congelada para siempre en sus 26 años, y embarazada de ocho meses, por la oscura e incomprensible locura asesina de Charles Manson y sus seguidores.
Se habla mucho más de su muerte que de su vida, que quedó reducida a sus últimos minutos. Su trayectoria quedó opacada por su horrible final. Hay más libros e historias sobre el clan Manson que sobre ella e infinitos relatos sobre esa noche del 8 de agosto de 1969, cuando una Sharon embarazada y cuatro personas más fueron asesinadas brutalmente por miembros del clan Manson en la casa que la actriz compartía con su marido, el director de cine Roman Polanski, en Beverly Hills.
Pero Sharon Tate fue más que su muerte. Y también fue más que su belleza, a todas luces extraordinaria a juzgar por infinitas imágenes que la muestran rotundamente hermosa, encantadora, sensual… Estaba empezando una carrera en el cine que podría haberla llevado a lugares importantes, tanto que un año antes de su muerte fue nominada a un Globo de Oro como actriz revelación. Dicen que era amabilísima, dulce, alegre, amiga fiel, excelente cocinera, anfitriona de lujo, dueña de un gusto exquisito tanto para vestirse como para moverse en el mundo.
Hoy, día de su cumpleaños, como un conjuro frente a su muerte imperdonable, la recordamos a través de tres películas, retazos apenas de lo que podría haber sido…
La danza de los vampiros
La película de Roman Polanski fue un hito en la vida y la trayectoria de Sharon Tate. Pero la historia comienza mucho más atrás, con su nacimiento el 24 de enero de 1943 en Dallas y la obtención del primer premio de belleza de su ciudad cuando tenía apenas seis meses. Sharon tuvo una infancia itinerante en distintas ciudades de los Estados Unidos por el trabajo de su padre -era militar- y pasó la adolescencia en Italia, donde también obtuvo varios títulos de belleza (siempre fue preciosa) que le sirvieron para conseguir allí algunos papeles como extra en varias películas. De regreso a Estados Unidos, tuvo participaciones erráticas en series de televisión como Los Beverly Ricos y en películas como Almas en conflicto (Vincent Minelli, 1965), donde se dice que Elizabeth Taylor la hizo echar del set para que no opacara su belleza. Su primer papel importante fue en El ojo del diablo (1966), una película de J. Lee Thompson con David Niven y Deborah Kerr que se filmó en Inglaterra.
Allí, en una fiesta, conoció a Roman Polanski, que estaba buscando una actriz para interpretar a la joven Sarah en La danza de los vampiros (1967). No fue amor a primera vista. Es más, Polanski estuvo a punto de rechazarla para el papel porque no era pelirroja y la trató bastante mal. Pero finalmente se enamoraron. Sharon se separó de su novio Jay Sebring, peluquero de celebridades (es el personaje que en 1975 interpretaría Warren Beatty en la película Shampoo), quien siguió siendo su gran amigo y murió con ella en la masacre de la fatídica casa del 10050 de Cielo Drive, en el lujosísimo barrio de Bel Air en Bevery Hills.
Tate y Polanski se casaron el 20 de enero de 1968 en el Playboy Club de Londres y se transformaron en la pareja más cool de la época. Vivían de fiesta, rodeados de celebridades como Mia Farrow, Jane y Peter Fonda, Peter Sellers, Warren Beatty, Ruth Gordon, John y Michelle Phillips (los de The Mamas and the Papas)… Eran los dorados 60 y el flower power, corrían el alcohol y la hierba. Todos los amigos amaban a Sharon y destacaban el resplandor de su personalidad, su amabilidad, su capacidad de disfrute, su increíble belleza. Por otro lado, las cosas con Polanski no eran tan sencillas: según la biografía de Ed Sanders (Sharon Tate: A Life), el matrimonio era muy tóxico, el director la engañaba con otras mujeres, la obligaba a participar en orgías para grabarla y la sometía a continuos desplantes. En su autobiografía, en cambio, Polanski da otra versión y habla de amor: “Lo que más me gustaba de ella era su bondad inmutable, su alegría natural, su amor por las personas y animales, a toda la vida en general”, y recuerda que cocinaba maravillosamente, que le cortaba el pelo y que le armaba las valijas cada vez que él tenía que viajar.
Unos meses después de la boda, y a pesar de la resistencia inicial de Polanski a ser padre, Sharon quedó embarazada. En esos meses Polanski estrena el exitazo de El bebé de Rosemary, luego viaja a Londres y se mete de lleno en la escritura del guión de su próximo film: El día del delfín. Para estar cerca de él Sharon acepta filmar en Italia la película 12 + 1, con Vittorio Gassman y Orson Welles (la crítica destacó aquí sus dotes de comediante). Con el embarazo avanzado, decidió volver a Los Ángeles. En la última noche que pasó con Polanski, cenaron en un restaurante frente al Támesis y luego ella le dejó en el cuarto del hotel la novela Tess d’Urberville, de Thomas Hardy, para que la evaluara como posible guión para una película en la que podrían trabajar juntos.
Sharon volvió a Estados Unidos y pocos días después estaba muerta. Roman Polanski estrenó Tess en 1979, protagonizada por Nastassja Kinski. La película ganó tres premios Oscar, dos Globos de Oro y tres César. Está dedicada a Sharon Tate.